domingo, enero 23, 2005

finalidad

no he hecho nada, absolutamente nada. mi día ha sido un desperdicio. no he logrado amaestrarme lo suficiente como para lograr mantener la concentración. definitivamente, he vuelto a lo más que conozco, la auto-tortura y la anhiquilación total de mi sentido común. me remuerdo en la dificultad del auto-control, sin embargo hago decisivamente aquello que me viene más fácil hacer: nada. y lo hago con tanta doctrina que cualquiera diría que a ello me he dedicado la mayor parte de mi vida.

recuerdo que debo seguir intentando pensar en algo productivo. tal vez esto se pueda convertir en un ejercicio del intelecto. del que queda en estos momentos, quemado, un poco lento y medio encojonao. frustrado sobre ¿cómo resolvemos mi fijación con la planta de círculos concéntricos? y el ¿cómo dejo de hacer una conceptualización de la idea y la resuelvo en términos mórficos? la respuesta está ahí hace tiempo, sin embargo, no la puedo ver. la siento, pero no la veo. así que no queda más que esperar y concentrarme en el vacío blanco que tengo en frente.

el subir debe representar más que una asención de nivel, sin caer en lo abstracto. debe notarse una ruptura entre los reflejos más básicos del ser humano y aquello que lo hace diferente a todos los otros animales, el espíritu, pues los animales también tienen cierto nivel de intelecto.

sí, somos animales. de eso no podemos escapar. sí lo podemos disimular, pero con mucha dificultad.

hacemos cosas que ellos no pueden. cosas como: la casa, esa máquina para habitar. aquella que nos protege del universo incierto y a la misma vez nos atrapa a una vida mínima, anclada e inmutable. pero la realidad es diferente. sí cambia. la vida cambia así nos quedemos parados en el mismo sitio, tratando de no hacer movimientos, de ni siquiera respirar, pero no funciona. si nosotros no cambiamos, todo lo que nos rodea se tranforma en algo irreconocible para los sentidos y morimos lentamente en la nostalgia, tratando de recordar esos momentos efímeros de bienestar. nos pasa a todos, sin importar la edad. un niño de once años puede recordar con complacencia un tiempo pasado que no podrá recobrar e internalizarlo de una manera muy destructiva.

de todas maneras buscamos como escapar de toda esta inconsistencia temporal tras libros de auto-ayuda y sin ningún valor real, buscamos la verdad tras cualquiera que dice ofrecerla. buscamos de aquellos que están de acuerdo conmigo y no con aquellos que me digan algo diferente a lo que pienso. no, eso sería inaceptable.

--pero ellos quieren el bien,

--lo sé, lo sé... pero ¿el bien para quién?

sé que en el fondo, todo es lo mismo: vanidad.

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